El tema de la visita de EPN a la Ibero ha sido muy
manoseado estos días y cada quien lo ha utilizado según su conveniencia.
Entiendo que así funcionan las cosas en las campañas electorales pero creo que
es importante hacer notar que personas que no estuvieron ahí publican opiniones
parciales y poco objetivas, incluso ofendiendo a una institución que durante
décadas ha destacado por su alto nivel académico y humano. Hoy escribo tras leer
a Ricardo Alemán en su columna de Excelsior del 13 de mayo. El texto se titula “Peña
y la Ibero”, hace declaraciones como la siguiente:
“universitarios
interesados —sean profesores, directivos o estudiantes— se han dado a la tarea
de inducir políticamente a estudiantes a los que instruyen con tácticas de
odio, irracionalidad, violencia e intolerancia, propias del otrora porro
preferido de López
Obrador. Nos referimos, claro, a Gerardo Fernández Noroña”
En respuesta quiero abordar el tema desde el aspecto
realmente importante, poniendo de lado lo electoral –que es en realidad lo de
menos–. Lo que pasó el 11 de mayo en la Ibero es relevante como expresión de
descontento en contra de un sistema de justicia que solapa los abusos y
violaciones a los derechos humanos, y como muestra de solidaridad de una comunidad
crítica y preocupada por su entorno con un grupo menos favorecido. La forma de
protestar en algunos momentos no fue la adecuada (ya lo expresé en la entrada
anterior) y gracias a algunas personas (seguramente sin consciencia de lo que
estaban haciendo), terminó por politizarse el evento. Me refiero a quienes (y
reitero, son muy pocos) mostraron carteles del PRD y gritaron consignas a favor
de López Obrador. El problema es que al hacer esto permitieron que se le diera
un uso electoral a una expresión universitaria que tenía un origen mucho más
profundo. La atención de los medios se fijó –por obvias razones de conveniencia–
en estas personas y opacó la verdadera intención que era denunciar lo sucedido
en Atenco (decenas de mujeres violadas,
2 jóvenes asesinados y más de 200 detenidos). Al gritar “López Obrador” o “AMLO”
le dieron la excusa perfecta a Pedro Joaquin Coldwell (presidente del PRI) y Carolina
Viggiano (esposa de Rubén Moreira y diputada de ese partido), ambos presentes
ese día en la Ibero, para descalificar lo que sucedió y difundir la hipótesis
de que todo fue orquestado por el candidato de izquierda y su movimiento, misma
que han adoptado periodistas como Alemán.
La universidad Iberoamericana es una institución que
dedica mucho tiempo y recursos a programas de ayuda y de protección de los
derechos humanos. Es una universidad preocupada por los grupos menos
favorecidos como las comunidades indígenas o los migrantes. Todo esto, aunado a
su carácter humanista, despierta un sentido de responsabilidad en los
estudiantes que los hace solidarios con su entorno. Es de la combinación de
estos factores que surge el descontento, totalmente fundamentado y respaldado
en hechos y cifras, que encontró como catalizador la presencia del candidato
priísta. A Enrique Peña Nieto se le increpó por su rol en lo ocurrido en
Atenco, no por sus habilidades como administrador o la cantidad de libros que
lee, ni se le comparó con el candidato de la izquierda. Es una pena que el
verdadero sentido de la expresión, que si se le juzga de la manera adecuada es
un admirable acto de empatía y apoyo, se pierda por algo tan banal como la
política. No es una derrota para Peña Nieto, ni es un triunfo para López
Obrador, es una muestra de que gente que pertenece a un estrato elevado en
términos socioeconómicos (La Universidad Iberoamericana es una de las más caras
del país), tiene la integridad y calidad humana como para hacer suya una lucha
que viven quienes se encuentran en los estratos más bajos.
Debe celebrarse la labor que llevan a cabo quienes ahí
laboran, que le dan un sentido humano a la educación de los líderes de las
siguientes generaciones. Y quiero subrayar que en ningún momento, de parte de
ningún profesor, directivo o estudiante ha habido “tácticas de odio,
irracionalidad, violencia o intolerancia”.
Como en todas las protestas hubo quienes se dedicaron a
hacer ruido por inercia, sin entender en realidad lo que sucedía. Estas personas tomaron actitudes
que como he expresado con anterioridad, deben considerarse una falta de respeto: a un invitado, milite en el partido que sea, se le debe agradecer su tiempo y
permitirle exponer sobre lo que se le cuestiona. Concedo que se equivocaron en la forma o el momento de protestar pero, de ahí al “odio” hay un
largo trecho.
Lo que debe quedar claro es que las muestras negativas no
fueron generalizadas y no tienen por qué empañar la buena intención y
comportamiento de los demás, que no hicieron otra cosa que aprovechar un
espacio plural para expresarse. Al final cada quien sabe qué hizo y por qué.
Para citar a Gabriela Warkentin (directora de comunicación de la UIA): “Quien
agrede e insulta sólo se representa a sí mismo.”
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