martes, 17 de julio de 2012

No soy de aquí ni soy de allá


Hace mucho que no me daba una vuelta por el blog. Me hacía falta –y seguro que a ti también– un descanso de todo lo político. Tengo que confesar que cometí un error de novato. Sabía, igual que todos, que sin importar qué tan pulcra, vigilada y participativa fuera la jornada electoral del primero de julio, habría un conflicto posterior. Tontamente desaproveché el tiempo y no me preparé mentalmente para lo que dicho conflicto implicaría. Grave error. Subestimé, junto con otros despistados como yo, el efecto enajenante del insulto (carta principal de los incondicionales del candidato perdedor) y la capacidad somnífera del discurso victimista que pregonan. Pero lo peor de todo es la frustración –que tras varias semanas se convirtió en tedio– que genera el patético chantaje de algunos que se imaginan revolucionarios, toman una figura abstracta: “el pueblo” y se reservan el derecho de interpretar su voluntad. Sólo ellos saben lo que quiere y necesita el pueblo. Esta cualidad  de la que yo no gozo porque soy: imperialista, neoliberal, derechista y mezquino (esta es mi favorita) me recordó un fragmento de “A paso de cangrejo” en el que Umberto Eco habla del populismo mediático: “Apelar al pueblo significa construir una ficción. El populista es aquel que se crea una imagen virtual de la voluntad popular.”

 A mí todo esto me deja con un vacío, una suerte de orfandad. Me explico: si lo que dice AMLO, interprete y vocero de la voluntad popular, ungido no sé por quién, es cierto:

1 Si el pueblo está cansado del autoritarismo y luchará contra la imposición de Peña Nieto.

2 Y yo creo que Peña ganó porque es el que más votos tuvo.

3 Entonces yo no soy parte del pueblo.

Heme aquí, completamente solo (malditas convicciones democráticas e institucionales). No soy uno más del pueblo porque creo en las instituciones ergo no hay lugar para mí en la república amorosa, ni soy uno más de la “mafia del poder” porque no tengo una fortuna que cotice en varios cientos de Tsurus. Yo no figuro en la dicotomía Lopezobradorista.

A fin de cuentas, la concepción maniquea de las cosas de López no es novedad, lo que más me ha sorprendido de las últimas semanas es la virulencia de las consignas de algunos de sus seguidores. Vale la pena la columna de hoy de Federico Reyes Heroles en Reforma (http://jorgecastaneda.org/index.php?newsId=823C3A53-8514-1156-754F-95962EFE23E6) en la que se pregunta: “¿Qué van a hacer con todos los odios que están desatando? Porque cuando anden "rescatando" a la democracia mexicana, los odios seguirán aquí.” Esa es la parte que debería preocuparnos a todos. Cuando se asiente el polvo, Peña Nieto tome posesión (como hizo Calderón en 2006 a pesar de las protestas) y la gente regrese a su vida normal. ¿Cómo canalizar el odio y las pasiones desmedidas que dejaron crecer?