domingo, 13 de mayo de 2012

Peña Nieto en la Ibero II


    El tema de la visita de EPN a la Ibero ha sido muy manoseado estos días y cada quien lo ha utilizado según su conveniencia. Entiendo que así funcionan las cosas en las campañas electorales pero creo que es importante hacer notar que personas que no estuvieron ahí publican opiniones parciales y poco objetivas, incluso ofendiendo a una institución que durante décadas ha destacado por su alto nivel académico y humano. Hoy escribo tras leer a Ricardo Alemán en su columna de Excelsior del 13 de mayo. El texto se titula “Peña y la Ibero”, hace declaraciones como la siguiente:

“universitarios interesados —sean profesores, directivos o estudiantes— se han dado a la tarea de inducir políticamente a estudiantes a los que instruyen con tácticas de odio, irracionalidad, violencia e intolerancia, propias del otrora porro preferido de López Obrador. Nos referimos, claro, a Gerardo Fernández Noroña

    En respuesta quiero abordar el tema desde el aspecto realmente importante, poniendo de lado lo electoral –que es en realidad lo de menos–. Lo que pasó el 11 de mayo en la Ibero es relevante como expresión de descontento en contra de un sistema de justicia que solapa los abusos y violaciones a los derechos humanos, y como muestra de solidaridad de una comunidad crítica y preocupada por su entorno con un grupo menos favorecido. La forma de protestar en algunos momentos no fue la adecuada (ya lo expresé en la entrada anterior) y gracias a algunas personas (seguramente sin consciencia de lo que estaban haciendo), terminó por politizarse el evento. Me refiero a quienes (y reitero, son muy pocos) mostraron carteles del PRD y gritaron consignas a favor de López Obrador. El problema es que al hacer esto permitieron que se le diera un uso electoral a una expresión universitaria que tenía un origen mucho más profundo. La atención de los medios se fijó –por obvias razones de conveniencia– en estas personas y opacó la verdadera intención que era denunciar lo sucedido en Atenco (decenas de  mujeres violadas, 2 jóvenes asesinados y más de 200 detenidos). Al gritar “López Obrador” o “AMLO” le dieron la excusa perfecta a Pedro Joaquin Coldwell (presidente del PRI) y Carolina Viggiano (esposa de Rubén Moreira y diputada de ese partido), ambos presentes ese día en la Ibero, para descalificar lo que sucedió y difundir la hipótesis de que todo fue orquestado por el candidato de izquierda y su movimiento, misma que han adoptado periodistas como Alemán.

    La universidad Iberoamericana es una institución que dedica mucho tiempo y recursos a programas de ayuda y de protección de los derechos humanos. Es una universidad preocupada por los grupos menos favorecidos como las comunidades indígenas o los migrantes. Todo esto, aunado a su carácter humanista, despierta un sentido de responsabilidad en los estudiantes que los hace solidarios con su entorno. Es de la combinación de estos factores que surge el descontento, totalmente fundamentado y respaldado en hechos y cifras, que encontró como catalizador la presencia del candidato priísta. A Enrique Peña Nieto se le increpó por su rol en lo ocurrido en Atenco, no por sus habilidades como administrador o la cantidad de libros que lee, ni se le comparó con el candidato de la izquierda. Es una pena que el verdadero sentido de la expresión, que si se le juzga de la manera adecuada es un admirable acto de empatía y apoyo, se pierda por algo tan banal como la política. No es una derrota para Peña Nieto, ni es un triunfo para López Obrador, es una muestra de que gente que pertenece a un estrato elevado en términos socioeconómicos (La Universidad Iberoamericana es una de las más caras del país), tiene la integridad y calidad humana como para hacer suya una lucha que viven quienes se encuentran en los estratos más bajos.

    Debe celebrarse la labor que llevan a cabo quienes ahí laboran, que le dan un sentido humano a la educación de los líderes de las siguientes generaciones. Y quiero subrayar que en ningún momento, de parte de ningún profesor, directivo o estudiante ha habido “tácticas de odio, irracionalidad, violencia o intolerancia”.

    Como en todas las protestas hubo quienes se dedicaron a hacer ruido por inercia, sin entender en realidad lo que sucedía. Estas personas tomaron actitudes que como he expresado con anterioridad, deben considerarse una falta de respeto: a un invitado, milite en el partido que sea, se le debe agradecer su tiempo y permitirle exponer sobre lo que se le cuestiona. Concedo que se equivocaron en la forma o el momento de protestar pero, de ahí al “odio” hay un largo trecho.

    Lo que debe quedar claro es que las muestras negativas no fueron generalizadas y no tienen por qué empañar la buena intención y comportamiento de los demás, que no hicieron otra cosa que aprovechar un espacio plural para expresarse. Al final cada quien sabe qué hizo y por qué. Para citar a Gabriela Warkentin (directora de comunicación de la UIA): “Quien agrede e insulta sólo se representa a mismo.”


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