lunes, 24 de octubre de 2011

Pasiones

  México es paraje de pasiones, en todos los ámbitos el mexicano se entrega a sus ideales de manera incondicional, aquí pensar en consecuencias está siempre de más.

  Es un pueblo de mucho sentimiento y pocos argumentos. El mexicano suele basar sus aspiraciones y estilo de vida en motivos emocionales, sin dejar espacio a la razón. Este aspecto de la idiosincrasia de nuestra nación se ve reflejado en el quehacer político, la forma en que el elector percibe y participa en la política es muy similar al rol que desempeña un aficionado al deporte. Basta con escuchar el discurso de algún simpatizante de López Obrador (éstos suelen ser los más apasionados), un partidario del PRI o cualquier seguidor de Acción Nacional para constatar que la defensa del candidato o partido predilecto es un asunto tan acalorado y poco meditado como un América contra Chivas. En México la verdad y la razón son muy pequeñas al lado de la emoción de vestir los colores que sentimos cercanos al corazón.

  Continuando con los paralelismos deportivos, el más acertado es quizás el del pugilista. México es como un boxeador. Los púgiles son individualistas y altaneros, hablan mucho y dicen poco, son puro corazón. En ocasiones esto los lleva a superar las expectativas de propios y extraños; a veces la entrega y devoción redundan en aciertos y buena fortuna pero invariablemente prueban la derrota en algún momento. Entre más arriba se esté, más duele la caída.

  El box es un deporte que encuentra a sus mejores exponentes en las clases bajas, es una disciplina que no requiere educación o raciocinio, es la actividad instintiva por excelencia y una en la que este país ha destacado. Como la mayoría de los peleadores, México es un país de fe, un país devoto y caritativo. Cuando la solidaridad es el objetivo, los mexicanos somos el estándar. Vale la pena recordar el 19 de septiembre de 1985, después de la tragedia es cuando el mexicano da lo mejor de sí. Ejemplos de esta naturaleza abundan en el mundo del boxeo, Manny Pacquiao (el mejor libra por libra del mundo) es famoso tanto por su devoción a la fe católica como por sus donaciones a obras benéficas, Pacman es el mejor ejemplo de lo bueno de la disciplina del boxeo que es a la vez muy similar a lo bueno de este país.

  Ya establecimos las bondades de tan peculiar forma de ser, desafortunadamente también existen aspectos negativos que ilustra bien el deporte de los puños. Habiendo surgido de lo más bajo de las esferas sociales y económicas, el boxeador no planea, sus estrategias se limitan al espacio que comprende el ring, afuera se vive al día, la prepotencia y el derroche son la norma.

  Mike Tyson, peleador norteamericano es el epítome de la fuerza sin razón, condición que lo llevó a estar en prisión tres años por el delito de abuso sexual. Otro campeón mundial inestable e impulsivo fue Edwin El Inca Valero, peleador Venezolano que se suicidó en prisión 24 horas después de confesar el asesinato de su esposa. Casos como estos, de una violencia desmedida son el otro lado de la moneda, tan frecuentes como los opuestos, de apoyo y caridad. Esta polaridad tiene un enorme parecido con la cultura mexicana, capaz de solidarizarse en las tragedias y también de sumergirse en una guerra que ya rebasa las 40,000 víctimas.

  Es imposible cambiar quiénes y cómo somos los mexicanos y esa no es la idea. Lo que se puede hacer es agregar a la mezcla conocimiento y análisis. Aplicados a las causas adecuadas, esos momentos de absoluta entrega y pasión son una enorme ventaja, son una herramienta que se desperdicia al no estar orientada y acompañada por planeación.

  La próxima vez que tenga que decidir su futuro, cuando contemple endeudarse en pos de una televisión de plasma, cuando se encuentre rodeado de artículos piratas o robados, cuando al adquirir mariguana financie a grupos delictivos recuerde que las decisiones deben tomarse como intelectual, no como boxeador. Sobre todas las cosas, cuando tenga una urna enfrente para elegir a nuestros representantes, haga un esfuerzo por olvidar los colores en la boleta o la belleza de la potencial primera dama, el raciocinio lo dicta el cerebro, no es un asunto de pasión.

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